Qué desconcertante es enfrentarse con los cambios
Y más si provienen de nuestro interior.
Todas aquellas transformaciones corporales que nos convierten de niños en adultos reciben el nombre de pubertad.
Y el nombre es tan raro como lo que experimentamos con ella.
¿Qué quiere decir eso de pasar de la niñez a la adultez?
Pues simplemente que eres capaz de reproducirte sexualmente.
Ello implica que tu organismo comience a generar una serie de hormonas que dan lugar al tan famoso desarrollo, cuyas características son más que conocidas: aparición de senos y ensanchamiento de caderas en las chicas y surgimiento del bigote y la manzana de adán en los chicos, por mencionar solo algunos de los que ya nos habrán enseñado en el colegio o que sabremos por cuenta propia.
Pero lo más importante a nivel físico es que sucede la primera regla o menarquia en las mujeres y las eyaculaciones o segregación de esperma en los hombres.
Y como imaginarán, esto muchas veces suele ser un tormento, ya que conlleva la aparición de otros cambios aún más confusos.
Es ahí cuando se inicia la adolescencia.
Esta etapa tiene que ver más con la parte emocional y las características culturales de quien la experimenta.
O sea que las tristezas, frustraciones y rebeldía están a la orden del día.
Pero también el “primer amor” y las divertidas salidas con los amigos son una de las experiencias más atractivas de esta sublime edad.
Si bien es cierto que algunos se desarrollan físicamente más pronto que otros, causando injustificadas preocupaciones en las mentes adolescentes, todos llegan a ese estado, aunque no en el mismo nivel.
A pesar de que los expertos digan que en la adultez nos igualamos, creo que los cambios deben ir en armonía con la naturaleza de nuestro cuerpo.
Si somos delgados y sobre todo las chicas no esperemos tener grandes protuberancias.
Así que lo mejor es darle tiempo al tiempo y tomarlo con calma.
No obstante, una buena alimentación y una suave rutina de ejercicios sirven de mucho.
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