Obama Presidente



“Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad”.


Martin Luther King, Jr. Lincoln Memorial. Washington, DC. 28 de agosto de 1963
Asistimos hoy a un día memorable. Barack Obama asume esta mañana como el cuadragésimo cuarto presidente de Estados Unidos de América.

Es sin duda un día de enorme carga histórica, a la que ha contribuido enormemente -sobre todo a la víspera-, el propio ex senador por Illinois. Días atrás -arropándose dentro de una conocida página de la historia-, siguiendo los mismos pasos de Abraham Lincoln, Obama inició desde Filadelfia un recorrido que lo llevó por Delaware, Baltimore y Washington, para evocar la memoria y el legado de los "padres fundadores".

No es casual que el nuevo presidente jurará su asunción al cargo sobre la vieja biblia de Lincoln.

Tampoco podemos soslayar que más de tres cuartas partes de los ciudadanos estadounidenses consideren que la asunción de Obama como Presidente de Estados Unidos, será uno de los acontecimientos más importantes en la historia de su país.

Igualmente, muchos consideran hoy, que el sueño de Martin Luther King Jr. no quedó trunco en el Motel Lorraine de Memphis, Tenesi, aquel 4 de abril de 1968, sino que está siendo cumplido hoy, a 45 años de su famoso discurso.

En los últimos días, Barack Obama ha prometido actuar "con feroz urgencia" -frase recurrente en los discursos de King- y pidió a todos apelar "no a nuestros fáciles instintos, sino a nuestros mejores ángeles", parafraseando el primer discurso de Lincoln.

Ha insistido en "renovar la promesa americana", y pidió al pueblo norteamericano comprometerse con una "nueva declaración de independencia", no sólo para la nación sino para sus vidas.

También en Baltimore, rindió homenaje a los soldados del Fuerte McHenry, el regimiento que venció a la armada británica y que inspiraron el poema que posteriormente se convirtió en el himno nacional.

Todo parece destino.

Al ser todos nosotros, testigos vivos de tales acontecimientos, pareciera que tendemos a no dimensionar la fuerza histórica de los sucesos que veremos el día de hoy.

No es casual tampoco, el gráfico que acompaña esta columna: el día 20 de enero del 2009, más allá de que será un parteaguas en el devenir histórico de Estados Unidos, vendrá a ser una fecha que perdurará inscrita para siempre en el recuento puntual del juicio, que la Historia dé a nuestro siglo.

Ese día ha llegado.

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