ACROBACIA, RISAS Y CULTURA EN CIRCO INDIGENA


Después de las presentaciones en el Nicho de la Música, la goza con este show .

Butargas de animales, una banda viento, payasos acróbatas y danzantes por doquier toman de la nada el espacio totonaca del Parque Temático Takilhsukut, (en castellano “El principio o inicio”).
Se trata del Laboratorio del Circo Indígena del Centro de las Artes, que en sus funciones durante la décima edición de la Cumbre Tajín es de los espectáculos más concurridos.
Artistas de distintas etnias y sus propuestas confluyen en dicho espacio, donde se realizan danzas regionales, con representaciones de cacerías o ritos de purificación, al tiempo que un equilibrista desafía la altura y brinca sobre una diminuta cuerda o los malabaristas muestran su destreza con distintos objetos.
De pronto un trapecista maquillado de su cuerpo desafía la gravedad, mientras un payaso evoluciona en el aire con grandes saltos sin red, ni protección alguna.
La banda no deja de tocar cuando un grupo de guaguas toma la cruceta de madera para hacer un pequeño ritual y girar sobre los enormes maderos, en una demostración de elasticidad y fuerza en las piernas que coordinan al ritmo de un pequeño tambor que marca la intensidad de las vueltas.
En el entarimado dos pequeñas danzan y emulan una singular corrida de toros, alejadas de la vista de dos chicas que a diez metros se preparan para hacer figuras con sus pintados cuerpos, en dos cuerdas colgantes a cinco metros de altura. Una flor, un ave y distintas formas son las caprichosas formas construidas con el contoneo de sus caderas, enredando sus piernas y brazos en un imaginativo viaje.
El espectáculo circense reune alrededor de 250 personas por función, ratificando las palabras de Salomón Bazbaz sobre que “La Cumbre Tajín es más que los conciertos, es el espacio del reconocimiento indígena en su propia tierra”.
Esto es parte de un día de actividades, donde por 220 pesos por persona los visitantes disfrutan de los talleres de danza, manualidades, juegos indígenas, gastronomía, una purificación de temazcal, concierto y un espectacular circo que se presenta, además, todo el año dentro del lugar.

RECUADRO
BRILLA DE NOCHE
Cuando el sol se empieza a meter en el Totonacapan, las pirámides dentro de la zona arqueológica del Tajin toman vida con luces multicolores y un sonido que emula las voces de los dioses.
El espectáculo Tajín Vive registra la afluencia de público más importante de la Cumbre con una visita promedio de 500 personas por función.
La Ciudad del Trueno, su nombre en castellano, se adereza con un juego de luz y sonido para el deleite de los visitantes, quienes a cada paso disfrutan de la magia que encierra la histórica zona arqueológica.
Todo empieza desde el ingreso a las ruinas, donde alejados del bullicio de los comercios que lo mismo negocian con objetos prehispánicos, DVD's cristianos y de relajación, hamburguesas de 2 por 30 pesos y pantalones de 100 pesos, los asistentes se sumergen en una rápida purificación de hierbas aromáticas e incienso.
Posteriormente empieza el recorrido con las pirámides iluminadas en distintas tonalidades, mostrando en sus escalinatas imágenes con láser sobre sus iconos étnicos.
Rituales, cantos, danzas y hasta un juego de pelota son parte del platillo nocturno con que El Tajín agasaja a sus asistentes en una ciudad cargada de misticismo.
La danza de los quetzales y sus enormes penachos multicolores, y de los guaguas o quetzalines, son un pretexto más, por si faltaran motivos, para tomar videos y fotografías, eso sí, sin el uso del flash.
Al terminar el recorrido de 45 minutos de duración un grupo de Negritos de Plumaje cierra escolta al público de regreso a su realidad, incluidos los gritos de los vendedores que aprovechan el trance de los incautos para ofrecerles desde diminutas joyas, hasta trabajadas piezas de tela.
Las seis funciones de Tajín Vive registraron una visita diaria de poco más de tres mil personas por noche. La mala noticia es que sólo se exhibe durante los cinco días de duración de la Cumbre, pero muy pronto podría convertirse en un espectáculo de mayor frecuencia.

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