DOBLE SENTENCIA SOCIAL


Son mujeres que llevaban lo que se considera una vida convencional “normal”: tenían esposo, hijos, amistades, trabajo en algunos casos, relativo desahogo económico, ciertas comodidades, aceptación social. De pronto, el mundo que habitaban se les vino abajo prácticamente de un día para otro. Y entonces conocieron una de las formas más crueles de sufrimiento que la sociedad puede causar investida de legalidad y desde una pretendida superioridad moral.

Son las esposas de internos en el penal de máxima seguridad , procesados por delitos contra la salud. Mujeres enfrentadas al amarillismo de los medios, al acoso sexual de jueces y abogados, a la corrupción del sistema penitenciario, a la abrupta carencia de recursos económicos, a la discriminación, la sospecha, la exclusión, los prejuicios, los estereotipos y a sus propios miedosLa detención y procesamiento de sus esposos las deja en una situación de absoluta vulnerabilidad económica y social: “No hay vecinos, no hay amigos, no hay dinero. La dinámica del penal absorbe por completo sus existencias”.

Esto las obliga a reformular radicalmente sus vidas y les trae lo que paradójicamente podría considerarse un beneficio: “Se reconstruyen, se redefinen y se reconocen como seres humanos; se hacen conscientes de una fuerza, de conocimientos y habilidades que no sabían que tenían o que estaban en estado latente. Entonces se valoran más y las valoran mucho más. Hay un pequeño rescate de sí mismas”.

También hace un llamado a dejar de lado los prejuicios y la discriminación con que medios y autoridades, principalmente, se expresan de esas mujeres: “para ellos son esposas de narco, que tienen hijos de narco, manejan autos de narco y tienen cuentas bancarias de narco. ¡Ya dejemos de hacerles pagar una doble sentencia social!”

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