Nada más perjudical para la salud mental de un deportista que un ego desmedido y aunque Shaquille O'Neal se encuentre ahora en estado de negación perpetua, no podrá ocultar ante el mundo que el que fuera el jugador más dominante del básquetbol es apenas una sombra pesada u obsoleta.
Cuando el gigante llegó al desierto no sólo quemó las naves, al menos sentimentales y afectivas con su antiguo equipo, sino que prometió delante de miles de aficionados que traería un anillo de campeón a la cancha de los Suns.
Pues bien, los Suns se han perdido en la noche de la NBA sin dejar ningún rastro y O'Neal es uno de los grandes culpables. No puede ser de otra manera cuando es el responsable de digerir la mayor parte del presupuesto del equipo.
¿Qué pensaban en Phoenix cuando decidieron aceptar su contrato de $20 millones anuales, del cual todavía restan dos temporadas? Tal vez que el carisma no exento de magia de Shaq obraría un milagro, quizá que le quedaba algo todavía en el tanque del rendimiento para afrontar el rigor de otro playoffs...
Posiblemente O'Neal estaba deseoso por demostrarles a sus críticos, a los aficionados de Miami, a Mikey Arison, a Pat Riley y a toda la organización del Heat que habían cometido un error garrafal al cambiarlo.
Todos los que se sintieron agraviados por las palabras hirientes de Shaq -arremetió contra su coach, compañeros de equipo y cuerpo médico- pudieron experimentar el martes en la noche un poco de reivindicación, luego de que el centro brindara una de sus peores actuaciones en postemporada.
Lento, falto de reflejos, desubicado...los Spurs repitieron la estrategia que tantos quintetos utilizaron en el Este cuando O'Neal formaba parte del Heat: cometerle falta, obligarlo a cobrar tiros libres y contemplar cómo los fallaba uno tras otro.
Atrás quedaron los tiempos en que el Diesel era capaz de dominar un partido con su sola presencia y el accionar de unos codos que intimidaban debajo de los tableros.
La verdad dura y pura es ésta: a los Suns les fue mejor sin Shaq que con éste en sus filas y sus carencias físicas lo único que hicieron fue disminuir el atleticismo, la velocidad y la potencia de un equipo que perdió los playoffs y su identidad.
¿A quién le va a echar la culpa de este colapso, él que es tan eficiente a la hora de encontrar otros a quienes empaquetarles el fracaso? Los Suns podrán echar a su coach, Mike D'Antoni, pero en el fondo saben que metieron la pata hasta el fondo al acceder al pedido de Riley de tomar el contrato de Shaq.
Son $40 millones entre las dos próximas campañas y esto no es dinero de bolsillo.
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