144 madres recibieron un homenaje en la cárcel de Quito











A diferencia de años anteriores, cuando las risas y el correteo de decenas de niños eran parte del festejo del Día de la Madre, ayer, los abrazos y las felicitaciones se hicieron casi solo entre adultas. 11 días después de la fiesta universal, se homenajeó a las mujeres de la cárcel de Quito.

Un escenario se montó en un costado del patio central del reclusorio. A las 10:30, las homenajeadas se sentaron en el graderío para escuchar el concierto del artista guayaquileño Cristian Viteri.

Mientras sus compañeras tarareaban la canción ‘Mujeres divinas’, Maritza C. recordaba a sus hijos de 9, 6 y 4 años. “Es duro estar lejos, pero ellos están mejor con su abuela, tienen becas y algo que no tiene precio: la libertad”.

Margarita N., otra interna, le dio la razón. “Hace un año en mi celda tenía además de dos compañeras a mis tres hijos. Una con tres hijos y otra con dos. En total éramos 11 personas acomodadas en dos literas. Las noches eran incómodas”.

Ella habla en pasado porque siente que desde que se unió con otras 143 presas de esa cárcel al proyecto ‘Niños libres’ su vida y la de sus hijos mejoró.

La idea del proyecto inició hace 14 años en Cuenca. Pero en octubre del 2006 el Instituto Nacional de la Niñez y la Familia (Innfa) siguió el proceso para reintegrar a los hijos de presos a familias.

Luego, en el 2007, el Gobierno tomó la posta. El trabajo, que ahora se realiza a escala nacional, cuenta con el auspicio de la Vicepresidencia de la República, la Dirección Nacional de Rehabilitación Social (DNRS) y el Ministerio de Inclusión Económica.

En Quito el proyecto se desarrolla bajo la responsabilidad de la Fundación Marcha Blanca. Según Alioska Guayasamín, coordinadora de esa institución, hasta el momento 260 niños de la cárcel de mujeres de Quito se han reubicado en familias acogientes. “El 95% fue a la casa de las abuelas o las tías. Otros están en casas de primos, conocidos o amigos”.

Para ayudar al sustento de los niños de entre 3 y 17 años, el Gobierno designa cada mes un bono de USD 100 para cada infante.

El dinero se invierte en enseres del hogar, salud, comida, vestuario, según las necesidades de cada niño. La supervisión de los pequeños en las familias acogientes y en los centros educativos a los que acuden los niños están a cargo de 17 educadores y cuatro coordinadoras técnicas de la fundación.

Ana Martínez, interna y madre de 10 hijos, está consciente del cambio de vida de sus cinco hijos menores. “Los veo dos veces a la semana y estoy feliz porque están bien nutridos y van a la escuela”, contaba ayer mientras degustaba del refrigerio: un sánduche de mortadela y un vaso de cola.

A la celebración también acudieron los músicos de la Sonora Bonita y los integrantes del ballet Jacchigua. Pasado el mediodía, las internas volvieron a sus celdas con rosas en las manos.

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