El repaso por las frases de Bill Shankly es fascinante. Las hay marketineras ("Algunos creen que el fútbol es sólo una cuestión de vida o muerte, pero es algo mucho más importante que eso"), soberbias ("En Liverpool hay dos grandes equipos: Liverpool y los suplentes de Liverpool") y hasta premonitorias. Corría el año 1956 y su carrera como entrenador lo encontraba en Huddersfield, una ciudad comercial a 310km de Londres."Oiga, saque un papel y anote esto. Algún día, este muchacho será transferido por 100.000 libras esterlinas", le aconsejó al presidente del club. Débil, enclenque y con anteojos, ese muchacho "era alguien sin posibilidades de ser futbolista", según las palabras de Archie Beattie, el por entonces manager de los Terriers.
De aspecto desgarbado, con un serio estrabismo y con tendencia a remates heterodoxos, Denis Law se tuvo que empezar a ganar un lugar, a fuerza de lo que mejor sabía hacer: goles. Aunque lo dejaron ir rápido y por poco: Manchester City lo fichó por 55.000 libras. En los celestes tuvo un paso efìmero y en la temporada de siguiente se empezaba a ver el ojo clínico de Shankly: Torino se lo llevó en el verano de 1961, por 110.000 libras. Los números, hasta ahí todos récords de transferencias para la época, no se quedaron allí. Con poca adaptación en el fútbol italiano, el muchacho nacido en Aberdeen recaló en Manchester United, en 1963. En tres años rompió tres marcas, porque los Rojos lo contrataron por 115.000.
Después de tanto ida y vuelta, se acomodó en el United y brilló en el resurgimiento de un equipo que intentaba volver a los primeros planos tras el desastre aéreo de Munich. Balón de Oro en 1964/65 y campeón de Liga, formó la "Holy Trinity", junto a Bobby Charlton y un tal George Best. Por sus goles extraños y su personalidad visceral, muchos consideran que Law inauguró la saga de los "bad boys de Manchester". Sus agresiones e insultos eran moneda corriente. Al igual que sus festejos.
Festejos que en total fueron 257 (227 en clubes y 30 en la selección de Escocia). Pero seguramente él hubiese preferido que le contabilicen uno menos. Las lesiones empezaron a ser un tema recurrente y su maldita rodilla acompañó la decadencia de un club que hacia principios de la década del 70 no podía levantar cabeza, pese a sus recientes años dorados. Ya en 1973, Law dejó el United y firmó libre para el City, al que regresó tras 10 años.
En el último partido de la temporada, el clásico de Manchester signficó mucho más que un choque entre rivales: un triunfo de los Citizens, en Old Trafford, podía significar el descenso del local. La ironía del destino hizo que todos los planetas se alineen en su contra y el 1 a 0 celeste llevó la firma de Dennis Law: un taco magnífico mandó a la B al club en el cual es, fue y será ídolo. Cabizbajo, no celebró el gol y tuvo que ser sustituido minutos después, porque no podía seguir jugando en ese estado de lamento constante.
"Cuando me aburro miro abajo en la clasificación a ver cómo va el Everton", decía el verborrágico Shankly, sobre el clásico rival de Liverpool. Pero Law no pudo con su corazón y ese gol en el derby ante el United es su última imagen en un campo de juego. Sin consuelo, dejó el fútbol.
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