El San Pedro de los ricos y de los pobres.

Hace 27 años, Tatiana Clouthier llegó a San Pedro Garza García procedente de Culiacán. En aquel entonces, el municipio que eligió como nueva residencia no exhibía ningún signo criminal, tal y como sucedía en su ciudad natal.



“A los 18 años yo gozaba y disfrutaba a cualquier hora del día, en la calle, sin ningún problema, contrario a lo que vivíamos en Sinaloa”, recuerda.

Pero ese sentido de tranquilidad acabó siete años atrás, cuando los indicios que delataban operaciones del crimen organizado comenzaron a manifestarse por las calles y avenidas que circundan su colonia.

La hija de Manuel J. Clouthier, ex candidato presidencial del Partido Acción Nacional (PAN) en 1988, no fue la única notable en resentir el advenimiento de un nuevo orden delictivo, tan poderoso como pervertido.

La ciudad, en la que viven parte de las familias más acaudaladas del país, fue la última de las nueve que conforman el área metropolitana de Monterrey en resentir secuestros, extorsiones y venta descarada de narcóticos, de acuerdo con Clouthier.

El agobio aquí, sin embargo, parece mayor al que se percibe en el resto de los municipios vecinos.

La zona pujante de San Pedro Garza García se levanta sobre una cordillera de la Sierra Madre Oriental, de la que cubre casi 60 kilómetros cuadrados. Es sede de grandes corporativos como Cemex, Vitro, FEMSA, Pepsico; de complejos comerciales, boutiques, discotecas y restaurantes exclusivos.

Es el corredor de negocios a través del cual comenzaron a establecerse poderes alternos a los formales, que paulatinamente trastocaron la dinámica de la sociedad.

“Tú ves el periódico y ves anuncios que te dicen: ‘ven a vivir tu mundo en Texas’. Mucha gente de aquí se ha ido a vivir a Estados Unidos, la que tiene posibilidades de hacerlo”, dice Clouthier. “Las fiestas se han tenido que recoger, a hacerse en las casas de la clase económicamente pudiente”.

Versiones entre los residentes refieren innumerables secuestros y extorsiones. De manera formal, la estadística de la Procuraduría estatal no indica nada disparatado en tal delito, pero ello no sirve para tranquilidad de nadie.

El vecindario de los millonarios se estremeció de miedo durante semanas, mientras el asesino más reconocido recorría sus calles a bordo de un Lamborghini Murciélago, amarillo, antes de ser asesinado en la ciudad de México.

“Podemos decir que cambió aquel sentido de tranquilidad a uno de precaución”, resume Tatiana Clouthier.



Difícil gobernarlo

Es poca la cantidad de individuos que viven en San Pedro Garza García. El censo más reciente indica que hay poco más de 126 mil habitantes, repartidos en 29 mil casas. Debajo del cerro de Chipinque radica 80% de ellos, lo más poderosos y pudientes.

De acuerdo con el índice de Desarrollo Humano Municipal de la Organización de las Naciones Unidas, es el segundo con mayor producto per cápita del país, con 28 mil 864 pesos, debajo tan sólo de la delegación Benito Juárez, en la capital mexicana.

En palabras del alcalde de San Pedro Garza García, Mauricio Fernández, el municipio es “un lugar inmensamente desarrollado, con gente espectacularmente participativa y con un enorme influyentismo: todos se sienten gente importante y es difícil gobernarlo”.

Los influyentes referidos por el alcalde, quien también forma parte de la casta privilegiada local, viven en residenciales de la parte central o en exclusivos fraccionamientos y villas enquistados en la boscosa montaña, donde es fácil avistar oso negro, águilas, venados y ocasionalmente puma.

Uno de muchos empresarios multimillonarios que viven aquí es Guillermo Salinas Pliego. La mansión que le atribuyen fue bautizada como “Joya de la Corona”. Está sobre la cima de un cerro pequeño, al que se despuntó para crearle una meseta que hoy sirve de un inmenso jardín.

Por la avenida que conduce hasta esa parte del municipio, Gómez Morín, cada residencia cuenta con vigilancia profesional, personal adiestrado en combate que suele abordar a los tripulantes de los automóviles que llegan a estacionarse en su exterior, así sea sólo por unos segundos.

Aún así, de acuerdo con declaraciones del alcalde, la intimidación ejercida por criminales como Héctor, El Negro Saldaña, el hombre del flamante deportivo amarillo de medio millón de pesos, era o es impresionante. Tan sólo a este individuo, Fernández le atribuyó tres secuestros semanales.



Pudientes también intimidan

“Hay compañeros que se intimidan cuando alguna de estas personas pudientes es detenida, y los dejan ir”, comenta Luis Alberto López Reta, agente la Secretaría de Seguridad Pública, Vialidad y Protección Civil del municipio conurbado de Monterrey, San Pedro Garza García.

“En mi caso, cuando me ha pasado, algunos de ellos me dicen: ‘Qué onda güey’, y yo les respondo: ‘Cuál güey, soy oficial de policía y le exijo respeto’, y esa es una forma de guardar distancia, de hacer que se respete la institución”, agrega.

El oficial de 37 años lleva ocho meses en la corporación. Se encuentra frente al prototipo de patrulla que ha decidido comprar el alcalde, un Charger Patrol de 2009, con motor alterado, suspensión fortalecida, sistemas de localizador satelital, computadora portátil y cámara de video. “La idea es americanizarnos”, dice.

Una hora antes Mauricio Fernández encabezó la ceremonia para presentar al nuevo secretario de seguridad, un general brigadier retirado del Ejército mexicano.

“¡Trabajando sin miedo, de cara a la ciudadanía!”, gritó el alcalde al tomar la palabra, al tiempo que detrás suyo 18 agentes de la fuerza especial se quitaban los pasamontañas del rostro; tres eran mujeres. Ninguno parecía mayor de 30 años.

El resto de los elementos —policías, agentes de tránsito, bomberos y hombres de rescate— lo escuchaban debajo del tejado del estacionamiento. No pasaban de 150 individuos. Otra media docena vigilaba desde las azoteas del cuartel y los edificios contiguos, provistos con fusiles R-15, y patrullas cerraban la circulación a los automovilistas en cuatro cuadras a la redonda.

“Antes que todo yo quería decirles a mis compañeros policías, y a usted general, que yo sé que se la rifan día a día, y por supuesto que su alcalde se la rifará con ustedes. (…) Seré su cabeza. Gracias por su lealtad. Y arreglaremos, le guste al que no le guste, a San Pedro Garza García”, les dijo emocionado.

El presidente municipal Mauricio Fernández anunció convenios con dueños de empresas como Femsa, con quienes se reunió las horas previas. Ellos les concederán descuentos, que irán creciendo conforme la antigüedad y honorabilidad de los elementos.

Habló de una nueva policía, mejor preparada, más profesional. Muchos de los que escuchaban eran agentes viejos, alejados del portento esbozado.

El discurso inicial le correspondió al nuevo secretario, Gonzalo Adalid Mier. Su intervención fue breve.

Ambos salieron una hora después de iniciarse la ceremonia, a las 12:00 del medio día. El general iba custodiado por cinco hombres, el alcalde por 12. Ninguno viaja en vehículo con blindaje.

“Vivir en San Pedro Garza García es vivir en el mejor municipio de México”, dice el oficial López Reta. “Pero yo vivo en Monterrey”.

Muchos de sus compañeros residen también en los municipios vecinos a San Pedro. Pero una buena parte, la mayoría, de acuerdo con la portavoz de la dependencia, son “sanpetrinos”.

Sólo que viven en el ala pobre y geográficamente separada por el río Santa Catarina, a las faldas del cerro de enfrente, una inmensa muralla de tierra caliza ubicada al norte de la ciudad de Monterrey, al que todos llaman Cerro de las Mitras.



San Pedro de los pobres

El mercado de San Pedro 400 está abarrotado. Cientos de mujeres y hombres recorren los puestos en los que se vende ropa y calzado de segunda mano, elotes asados, tacos fritos en aceite o juegan a la lotería para ganarse algo de dinero.

Los comerciantes estrenan ubicación, casi en las calles finales de la colonia, a las faldas del cerro.

“Estamos en el San Pedro de los pobres”, dice Rosa María Salazar Piña. La subdelegada del mercado, de 54 años, fue fundadora de la colonia, que hace dos décadas se llamaba Fomerrey 22. Desde la cumbre donde se encuentra observa el extremo contrario, a unos seis kilómetros de allí, el “San Pedro de los ricos”.

En los alrededores del mercado la droga y las armas fluyen de noche. San Pedro 400 tiene fama por ser uno de los grandes almacenes locales empleados por narcotraficantes.

Contrario a lo que sucede en su contraparte, aquí nadie extorsiona. La líder de los mercaderes dice inclusive que nadie los roba ni los asalta.

El control se pierde escasas tres calles al poniente, al otro lado de la calle Cromo, donde principia el municipio de Santa Catarina.

Los dos municipios dividen la arteria. Los dos carriles que corren de norte a sur pertenecen a Santa Catarina. El asfalto está roto, lleno de baches. Los que llevan la circulación de sur a norte son de San Pedro. La cinta no es tersa, pero se halla en buenas condiciones.

En el crucero de Cromo y Grafito, y en el de Cromo y Clouthier, patrullas de Santa Catarina se estacionan durante horas. Un taxista de la zona dice que son quienes vigilan la entrada, los que avisan a los narcomenudistas el arribo de militares o federales. Eso no se ve en San Pedro 400. De hecho, dice la subdelegada del mercado, no se ven ni las patrullas de la policía local.

Allí cambiaron las cosas desde hace siete años, tal y como sucedió en la parte rica, dice Tatiana Clouthier:

“En la parte popular, a tu hijo, si tú no tienes empleo, se le contrata por un sueldo para realizar trabajo de narcomenudeo, y mamá y papá se callan porque es una cuestión de sobrevivencia. Y no me refiero a que te matan, sino a que no hay dinero para comer”.

“Aquí se hacen amarres con el stablishment, con los hermanos Beltrán Leyva. ¿Entonces, qué me preocupa? Me preocupa que no esté instalado en este municipio el estado de derecho. Me preocupan los niños que viven en Fomerrey, en San Pedro 400, los jóvenes que viven en el casco, porque los van a detener porque se ven sospechosos, y me preocupa que quieran hacer una lista de empleados domésticos. Aquí no tengo por qué sacarme sangre para saber si tengo sangre azul o no. (…)

“Esto es una gran farsa”, aseguró Tatiana Clouthier.

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